sELECCIÓN DE TEXTOS

por Cristina Ramírez
ilustra Ariel Bertarioni

SIN TÍTULO (TIME LAPSE)

Vos y yo hemos visto un dinosaurio, el último de los dinosaurios y eso es lo único importante que queda entre nosotros. 32 grados en Ciudad de México, algunas nubes,  mucho sol y mucha calle, ni siquiera podíamos tomarnos de la mano, no solo por el calor y el sudor sino porque yo estaba cansada de buscarte.  Podía sentir las gotas de sudor formarse en mi frente mientras veía las que caían de la tuya. Nunca supe muy bien cómo habíamos llegado aquí, frente a Khartoum; es decir, qué clase de impulso o necesidad nos hizo mantenernos juntos. Había una razón que se escapaba del entendimiento y solo podía llenarse de lugares comunes.

cris ilustracion2.png

Khartoum, el rinoceronte blanco del zoológico de Chapultepec, encerraba todas las significaciones, las arrugas, el movimiento lento y pausado de todas las vidas y los años, todo el polvo que entra, se almacena y sale de los ojos. Se puede estar absolutamente solo y saberlo, estar tomados de la mano sin sentir nada, señalar con certeza cuáles cosas se acaban y cuáles nos sobreviven. Saber que las nubes sobre nosotros  se mueven, se deshacen y otra se forma y se deshace y así hasta el final y va de nuevo, como en un time lapse  de 3 segundos mientras el rinoceronte apenas se mueve.

 

Si así de fácil desaparecen las cosas importantes, nosotros tendríamos que sobrevivir a punta de voluntad cuando no se trata de genética. Catorce años o uno son una eternidad en la vida de un rinoceronte en cautiverio. No fue hasta hoy que me enteré: Khartoum murió meses después de ese día. Un año en el que ya no somos vos y yo, sino solo yo y el resto.

sin título (otras nubes)


Se quedó en una parte de la memoria
el silencio que da el aviso al mundo
una casa que se parece a una casa
desde la ventana solo se ve la niebla

otra forma de las nubes






cris ilustracion3.png
 

Selección de textos

por Rudy Chinchilla
ilustra Caro Fung

Calle machete 

image1 (1).png

Mamá nos pedía no salir del barrio cuando montábamos en bicicleta. 

Eso nos daba más o menos un kilómetro antes de salir a la calle principal. Por mucho tiempo ese kilómetro fue nuestro mundo. 

Luego escuchamos que al otro lado del Virilla había un pueblo llamado Belén y quisimos ir. Nunca salíamos de nuestro perímetro, la confianza estaba ganada, ya nadie nos supervisaba. Tomamos esa ventaja y un día cruzamos Lindora que, en ese momento era una calle flaca y desolada entre pastos secos. 

Entre más nos alejábamos, más nerviosos nos poníamos, y más duros nos creíamos. Perdimos la noción del tiempo y la distancia. Ese trecho que divide Belén de Santa Ana nos pareció eterno, y nos sentimos titanes. 

Ya una vez en Belén descansamos en la plaza, pero perdimos el asombro al ver que era un pueblo igual al nuestro. Que no habíamos descubierto nada. 

Habíamos engañado a nuestras madres para ver otra plaza y otra iglesia, y volvimos decepcionados a nuestro barrio pretendiendo nunca haber salido. 

Por eso nunca le temí a las peleas de bar 

image0 (1).png

Todo empezó cuando mi papá compró un venado y sacó un permiso del MINAE. Fue acondicionando el jardín trasero de la casa para cuidar cada vez más animales. En poco tiempo a los venados se unieron tucanes, tepezcuintles, lapas rojas y una gran variedad de pajaritos de montaña. Yo estaba iniciando la secundaria la primera vez que una venada parió una cría en nuestra casa. Mi papá había separado a la venada y a su cría de los demás para evitar que los molestaran durante las primeras semanas de desarrollo. Una mañana, cuando me alistaba para ir al colegio, vi que una de las lapas estaba por salir de su encierro. Las lapas se encontraban dentro del mismo perímetro que la venada y su cría; entré y me aseguré que la lapa volviera a su sitio y cerré bien la compuerta. Luego salí y, mientras aseguraba el portón, sentí a alguien atrás mío y, sin darme tiempo de reaccionar, sentí dos cuchilladas en la espalda. Al voltearme, me encontré frente a frente con el macho alfa parado en dos patas, bufando. Continuó lanzando golpes con sus patas delanteras mientras yo trataba de cubrirme. Estaba arrinconando, peleando contra un boxeador esbelto y habilidoso de metro ochenta que se mantenía erguido en dos patas sin perder el equilibrio, que bufaba y me miraba con ojos saltones; hasta que finalmente alcancé a darle un golpe certero en el estómago y, al verlo en sus cuatro patas, tomé el valor de bufar y corretearlo, para luego entrar a casa.


X

por Rebeca Vargas 
ilustra Raquel Orozco

La muerte de mi mamá tiene 9 años. Ya va a la escuela y se peina sola. A veces le pido que me deje hacerle unas colitas, ojalá dos, una de cada lado, pero no me deja.

Me dice que es grande y que se puede peinar sola.

Yo, que he aprendido a agradecer su crecimiento, me guardo las colas y el peine y me quedo viéndola impresionada. Está enorme, parece que fue ayer que la parí, pero no, la parí hace nueve años y ya se peina sola. Ya tiene amigos en la escuela y ya pinta con colores. A veces me escribe cartas, diciéndome que me quiere y que no es su culpa haber nacido, que así es la vida, que nos obliga a parir la muerte.

La muerte de mi mamá tiene una sonrisa como quebrada, como que quiere salir pero no puede. Yo a veces le guiño un ojo y me la cuelgo de la oreja, la ando como un arete, como una lucecita oscura que no se nota pero que yo sé que me cuelga.

Me acuerdo cuando nació, yo tenía 22 años y no esperaba parir la muerte. Ni siquiera sabía que estaba embarazada. La verdad es que todos estamos embarazados de la muerte, pero nadie lo sabe hasta que nos toca parirla. Yo la parí de un solo, y en vez de reventarse la fuente de mi útero, se me reventó la sangre del cora. Digo cora porque después de parir la muerte el zón no existe.

El asunto es que había agua por todo lado, sobre todo en mis ojos y en mis manos. Adentro había silencio y sangre, la sangre eterna, la sangre del tiempo, la sangre de los que lloran el amor y la pérdida de quienes nos parieron. Fue uno de esos partos que se aparece un día y te deja la muerte de una madre en una cuna, una niña para criar, para enseñarle a ser muerte y no vida. Que es lo mismo pero no.

Un día yo estaba embarazada y otro día no. Un día tenía la vida de mi madre y otro día tenía su muerte, su muerte en mi memoria. Su muerte en el sonido de las llaves, su muerte en la cocina, su muerte en la ropa quieta, su muerte en el polvo, su muerte en el silencio, su muerte en mis hermanos, su muerte en el espejo, su muerte en mi cuerpo, su muerte en mi nombre. Su muerte, su muerte, su muerte.

La vida, la vida, la vida.

La vida de mi madre tenía 55 años cuando murió, tenía cuatro hijos, un esposo y una casa. También tenía un ayote tierno en leche que nunca he vuelto a probar. Tenía a mis tíos y a mi abuela, tenía unos lirios rojos en el patio. Unos vestidos que nunca se usaban,

un corazón donde vivíamos todos.

La muerte de mi madre no tiene nada de eso, pero me tiene a mí, que la he criado.

Se me guindó del alma, como se le guindan los hijos a las madres.

Como me guindé yo.

racu 3.png

Como nos guindamos todos.

La muerte de mami ya corre sola por las calles, y ya me anda como desesperada por el mundo. Ya no pide que la arrulle por las noches si no que la saque a correr en la mañana. Ya no me roba el cora y lo entierra en el patio. Ya no me despierta en las noches con su llanto. Ya no me impide levantarme de la cama. No. Ahora se sienta en la mesa y dice que quiere estudiar cómo volver a ponerle el zón al cora. Tiene nueve años y se sienta a leer por horas, no sabe nada de cómo era la vida de mi madre, y sin embargo, cuando sonríe también es ella. Una su muerte y otra su vida, una con 55 años y otra con 9.

Lo que más agradezco es superar la edad de los por qué. Verán, ya la muerte de mami no me pregunta por cosas de las que no quiero hablar, no me pide que le cuente cómo fue parirla o dónde está enterrada su vida, ya no tengo que decirle por qué es importante comer y bañarse, ya no le recuerdo llamar a sus primos, ya no le escojo la ropa.

Ahora, cuando nos alistamos, no nos vemos con los ojos de quienes no saben por qué nos convocaron a la vida. La muerte de mi mamá tiene 9 años. Ya va a la escuela y se peina sola.



34 B

por Olivia Teroba
ilustraciones por Natalia Barquero

El primer sostén lo compré con mi mamá en una pequeña tienda de lencería en el centro de Tlaxcala. Ella le pidió a la dependienta que nos ayudara con la talla. Una mujer de rostro profusamente maquillado me miró los pechos. “A ver, álzalos”, me dijo. Yo los empujé desde abajo con las manos, ruborizada. Ella hizo un gesto de sorpresa. “En efecto, ya necesitas usar brassiere”.

Mis senos y caderas se desarrollaron muy rápido. Yo pensaba que algo estaba mal en mi cuerpo: llamaba demasiado la atención. Las primeras veces que a mí y a mis dos primas menores nos dejaron salir juntas a caminar en el centro de la ciudad, había hombres que se hacían presentes a nuestro paso con chiflidos o piropos que apenas alcanzábamos a comprender. Era incómodo, pero, creíamos, inevitable. No sabíamos cómo reaccionar. Hasta un día en que salimos de paseo con una prima más grande y ella nos explicó que voltear a verlos era darles entrada, es decir, aceptar un juego en el que nadie nos había preguntado si queríamos participar. Por ella entendimos que lo más conveniente era ignorarlos por completo. Cruzar la calle sin mirar atrás.

*

fel1z_frase1_ilustrac_NBP.png


Toda la vida fui gordita. A veces mi familia me decía así de cariño. O mis compañeros de la escuela, en tono de burla. Yo sentía cómo aquella palabra evocaba un exceso evidente: la carne que me sobraba, la que no estaba pegada a los huesos.

Recuerdo a las mujeres adultas cercanas a mí, mirándose en el espejo, tomando con ambas manos una porción de su piel a la altura del abdomen (esa que llamamos lonjas), diciendo alguna frase ofensiva hacia sí mismas, para indicar que aquello que sostenían sus manos no debería estar ahí.

Crecí pensándome como una figura excesiva, desbordada, exagerada y desagradable. Mi complexión física, junto con mis buenas notas, fueron pretextos para fastidiarme a lo largo de los nueve años que duró mi educación básica. Nunca faltaba quien me pusiera algún apodo o me dijera algún comentario hiriente a la menor oportunidad.

Llegó la preparatoria y todo cambió. Al principio, no entendía por qué los chicos me miraban de esa forma, o se me acercaban tanto. Aunque el interés desaparecía rápido: al darse cuenta de que yo era más bien introvertida; de que en mis conversaciones siempre terminaba hablando de seres invisibles o magia, y en algún punto me ponía a llorar. Entonces pensaban que estaba loca. También me llamaban a veces así.

Una vez, un compañero me pregunto si él, por ser gay, podía tocarme los pechos. Le respondí que no. En otra ocasión, alguien me dijo: “si no fuera por tus bubis, te verías aún más gorda”. Una supuesta amiga me ponía apodos relacionados con el tamaño de mi busto. ¿Por qué les impresionaba de esa forma mi presencia? ¿Qué significaba para ellos mi cuerpo?

De esa época no tengo fotos: se perdieron en una computadora averiada. Los emails de ese periodo vencieron por falta de uso y se borraron los archivos. No sé cómo era mi cuerpo. No lo recuerdo. Recuerdo sí, que cuando tuve novio y lo hicimos por primera vez empecé a conocer partes de mí que ignoraba antes. A veces era placentero. Otras no: él me hacía reproches mientras me tocaba: “Deberías hacer ejercicio”.

Al parecer, mi cuerpo y mi forma de ser deberían adaptarse a la idea que ellos tenían del mundo.

*

Un cuerpo deleznable por sus dimensiones, pero deseable para el acoso de los superiores: sean profesores, médicos u hombres mayores en la calle. Un cuerpo que ocupa demasiado espacio y con el que me cuesta identificarme.

*

A veces, por trabajo, dejo de hacer todo tipo de actividad física. Puedo estar sentada el día entero en una posición incómoda, mirando fijamente la computadora. Al final, me duelen la espalda y la muñeca.

He pasado largos periodos de estrés, insomnio, mala alimentación. He probado varias drogas sintéticas. A veces me rasco los granos cuando estoy muy preocupada, hasta que sale sangre. Se me queda una marca roja, que tiende a morado, en la espalda o en la cara.

*

Mis abuelos paternos tenían una tienda de abarrotes. Siempre nos regalaban dulces y frituras a los pequeños. Todas las mujeres de esa familia hemos tenido sobrepeso. Y hemos luchado en su contra: dietas, ejercicio esporádico, suplementos milagrosos.

He practicado para intentar adelgazar: karate, zumba, pilates, natación, basketball, spinning, yoga.

He recibido golpes, se me ha desteñido el pelo, me he lastimado las rodillas por hacer mal los ejercicios.

Lo sigo intentando. No me refiero a adelgazar, sino a deshacerme de aquella obsesión por mi peso.

Aunque no siempre reacciona como yo quisiera, intento querer a mi cuerpo.

fel1z_frase2_ilustrac_NBP.png



Protosentimientos

por Carolina Astorga Monestel

ilustración por Ariana Chaves

Saco del agua los recuerdos como con un cucharón. Mi papá murió hace tres años. Sufrió. Gritó. Murió.

Su vida me pasa frente a los ojos como las fotos de un View-Master viejo y herrumbrado, que rechina al bajar la palanca.

1.1

Hace frío. Tengo 5 años. Me despierta el movimiento de la cama bajo la espalda. Mi mamá me saca de las cobijas. Caminamos de madrugada por la acera. –Tembló– me dice. Puedo asegurar que ésa es la primera imagen que tengo de mi papá y ese día no estaba en casa.

Ésta es una de esas esferas plásticas que intento pescar con el cucharón. Esos recuerdos plastificados y gastados que no son precisos.

Las imágenes de la vida de mi papá rondan la mía constantemente.

-Hablame sin llorar– me decía cuando yo quería opinar. No podía dejar de llorar. Pero tampoco dejar de hablar.

Cuando murió no habló. No me habló.

Es curioso que a veces sienta incomodidad al decir “se murió”, él mismo se murió. Decir “murió” es como si una fuerza ajena a él lo hubiera llevado a la muerte. Ninguna de las dos formas me gusta.

Cuando murió, o cuando se murió. Yo no estaba ahí. Estaba llorando al teléfono. Lloré desesperadamente, como nunca había llorado durante los tres años de enfermedad. Tres años de muerte.

Después de la muerte sigue la vida, la de los que quedan en pie o flotando. Algunas veces, sumergidos. Algunas otras, hundidos.


La enfermedad le había arrebatado la ternura. Les había arrebatado a manazos la felicidad pero no las risas, el amor de él también faltaba pero no los abrazos de ellas.

Aprendieron a verse solas, en las noches interminables de gritos y dolores.

Él la pateaba con fuego en los ojos. Su cerebro nunca lo entendió.

Ella lo sujetaba con sábanas a la cama, se le desangraba a borbotones el corazón. Era una masa de enojo que le hacía llorar. Se consolaba oyendo la historia de América.

La historia nunca cambió. Su historia fue como un caballo furioso que babea mientras se arranca las pezuñas contra el suelo de la furia de correr.

“Digamos adiós otra vez.” Y aplastaban el corredor interminable bajo la luz más triste del mundo.

“Volvemos a casa.” Aire. Cama. Metal y cura. Que nunca llegó.


comp de “poemillas” para feliz-feels

por Meche Chan
ilustraciones por
Ariel Bertarioni

1.

Mi vida es como privilegio privilegio privilegio

photo_2020-09-01_16-36-29.jpg

Pero me siento tonta tonta tonta

Seca seca seca

Voy a la playa hago ejercicio entiendo y me alcanza para comer bien

Estoy rodeada de gente y me alcanza para estar aquí

Apenas me alcanza pero me alcanza mucho más

Me alcanza para subir, para bajar

Me alcanza para darme cuenta de que no es suficiente

Y que quiero que me bajen

Tengo la noción de donde estoy montada desde hace 10 años

Desde hace 10 años veo como publican libros de poemas pequeños

Que pude haber escrito yo.

Ya no me acuerdo de las palabras

Ya con costos puedo fingir que sé algo de gramática que no sea intuitivo

Ya con costos puedo fake it till i make it

2.

Le mandé muchas cartas a amantes

Me dijeron gracias

Me dijeron nada

Pero entonces yo no volví a sentir este impulso

Me desconecté de las palabras para poder hacer mi trabajo en paz

Asumo perder amig*s pero no habilidades

Me rodean las parejas y yo soy la hija de tod*s

photo_2020-09-01_16-36-24.jpg

De mis papás

Y de mis otros papás, 1, 2, 3, 4, 5…

De quién sea que me haya sentado en el asiento de atrás del carro.

Vamos a volver

A sentir cosas importantes.

Es difícil responderle que cómo estuvo mi día

Le tomaría años de conocerme saber qué significa cada bien

¡Que soy muy difícil!

¡Que en media hora supe que no lo iba a esperar a las 9 un domingo!

No puedo evitarlo, aprendo rápido

 
photo_2020-08-30_13-19-27.jpg


3.

Mi tiempo para ser egoísta se agotó

Lo tuve y lo exploté y me lo puse sobre los ojos como una venda

Conveniente y bonita

Cómoda

Cuando me la puse vi por dentro de mis ojos

Todos los colores que quisiste mostrarme

Yo te la puse también

Con un toque de mi mano pequeña

Que sí que no se podía

No se podía nada

Ni la venda

Ni las manos

Ni los ojos

Ni la rueda de la fortuna

No te hice ningún dibujo de comidas

Pero sí que pensé en hacerlo

Me imaginé dibujando garbanzos todos los días

Como la más tonta.

No entiendo, si lo tenían todo

¿qué querían de mí?

Si se quisiera sacar una mano de cartas para explicar

El desastre

Es seguro que no saldría ninguna

4.

El otro día me perdí en la fiesta; o más bien me perdí de la fiesta, en la fiesta. 

photo_2020-09-01_16-36-34.jpg

Resulta agotador, pensar en las transiciones, en las selecciones, en la gente, en los potenciales benefactores de drogas. 

¿Qué hago yo en estimulantes de todas formas? 

Aburrirme más despierta. Tan sola.

 Más sola que en mi cuarto con mi primer selfie siempre viéndome bailar. 

No encuentro la línea

 que delimita mis ganas desesperadas

 de aislarme 

con la frustración de sentirme 

invisible cuando estoy afuera



Dead in Zapote

por Marvin Coto
ilustraciones por
Ariel Arburola

Un amigo de mi hermano se mató en un accidente de moto. Puedo imaginarme la fotografía del amigo en la sala de la casa de sus padres, inmortalizado con una sonrisa forzada y la iluminación cursi de los estudios fotográficos, “pobre mi chiquito, tan bueno pero tan atarantado”, el llanto cada cumpleaños, las conversaciones con la foto, “hoy hubiera cumplido 30”, ese tipo de cosas. Al menos no le dio tiempo al Diario Extra de llegar, otro accidente más tétrico ocurrió a varios kilómetros de ahí, se salvó de una última humillación. Este amigo de mi hermano pasaba a toda velocidad por la rotonda de las Garantías Sociales y pegó con un camión de la Coca Cola, salió disparado y tal vez, solo tal vez, quedó ensartado entre la estatua de Calderón Guardia y los dos vigorosos obreros que lo flanquean. 

dead2.png

Y si cuento esto sin demasiada emoción es porque el amigo de mi hermano no era lo que podría llamarse “una persona cercana” ni mucho menos, por eso me puedo permitir cierto desapego. En todo caso era, como decía, un buen amigo de mi hermano, que aunque tampoco puedo decir que es particularmente cercano (¿alguien es genuinamente amigo de los hermanos ?), no deja de ser mi hermano y el malogrado motociclista, uno de sus queridos amigos. Es decir, al menos tenía que hacer acto de presencia en el funeral y mi primera reacción al escuchar del vuelo por los aires del amigo de mi hermano fue “uy, tengo que ir al entierro, qué pereza”. 

Coincidió todo lo anterior con una gripe bastante inoportuna. Lo de siempre, primero un leve dolor de garganta y somnolencia, luego  2 días de fiebre y unos más de padecimientos varios que, sin embargo, empezaron a sumarse hasta llegar a un número más elevado del que esperaba. En ese estado me avisaron que el amigo de mi hermano se mató en un accidente de moto y ya el mundo era lo suficientemente pesado como para también tener que lidiar con un funeral y en fin, portarme como un ser humano decente.

Durante la vela de mi abuela, el amigo de mi hermano que se mató en la moto llegó y conversamos un rato, temas inapropiados para la ocasión, como debe ser, creo que comentamos el tipo de perforaciones que producen armas de distinto calibre, y la vez en que se topó con un jaguar mientras acampaba. Una interacción de no más de 10 minutos en medio de café negro y repostería, luego un borrón de gente que no veía desde hace años y que probablemente no volveré a ver hasta la próxima vela. El funeral de mi abuela lo enfrenté con un cóctel de ansiolíticos, hacía un día hermoso. Era el mes de enero.

2 años más tarde, estaba debilitado por la gripe, inmóvil, aperezado, sin voluntad genuina de ir a ninguna parte mientras la familia del amigo de mi hermano que se mató en la moto estaba pasando por uno de los peores momentos de sus vidas. Había algo ligeramente obsceno en eso, admito que me daba un poco de vergüenza. 

Pero para no pensarlo me distraía a cada rato con otra clase de reflexiones, importantes o banales: la plaga de moscas en mi barrio debido a las cacas de perro que los vecinos no recogían, un encargo que debía entregar la semana siguiente y que estaba peligrosamente atrasado, las incipientes fracturas en un grupo de amigos. 

Atolondrado por la enfermedad, pensé, mirando al techo, que incluso en los peores momentos la biología seguía insistiendo, hasta en los días más oscuros había que comer, bañarse, cumplir obligaciones, ir a trabajar incluso. Una taza de café era una taza de café al inicio de las vacaciones y en la mañana del funeral de una madre. Casi todo era posible de superar. O eso creía. Pensé en mi tío, abril de 1994, a 2 horas de enterrar a mi bisabuela, preguntándole a la esposa que qué iba a cocinar para la cena, “diay la vida sigue” le dijo . 

El funeral del amigo de mi hermano que se mató en la moto era a las 6 de la tarde en la iglesia de Aserrí. Tenía que enfrentar una jornada de trabajo en estado semi catatónico y después ir al entierro. La iglesia, creo que la podría reconstruir solo a base de recuerdos, cada columna, cada pintura, cada vitral, los patrones del mosaico del piso, memorizados tras interminables horas de tedio en mi infancia, las misas que parecían durar 3 horas, la cara de la virgen maría que yo encontraba extrañamente sensual y que ahora me parece similar a la de alguna actriz italiana de los años 50. 

dead1.png

¿Qué tanto mi propia muerte incomodaría a los demás? Ciertamente el pobre amigo de mi hermano se murió en la peor semana posible para mí, nada evita que también llegue a ser yo igual de inoportuno. Esto pasa cuando uno es un personaje periférico en la vida de alguien, cuando se está de actor secundario. Con una semana más de vida al menos yo no estaría tan hecho mierda y si bien las pocas ganas de ir no cambiarían, al menos no me provocaría tanta molestia. Ya puedo imaginar la pereza de compañeros o ex compañeros de trabajo, amigos de amigos, meros conocidos, que sentirían que tendrían que ir a mi funeral, sin quererlo verdaderamente, por cumplir, “era muy buen amigo de fulano, pobrecillo, pero qué tigra”. Mientras me entierran alguien piensa en que al día siguiente tiene que llevar a la hija al dentista, otra pensará que su amante ya no le responde los mensajes, otros distraídos por la presión alta, el pago del marchamo etcétera etcétera. Todo seguiría sin mí, la verdad no había que lamentarlo.  

Andaba muy enganchado con una aplicación que era como una especie de Sims mezclado con Tamagotchi. Se trataba de ayudar a un joven con sobrepeso que vive con los padres, cada día se deben realizar actividades orientadas a mejorar su estilo de vida, entre más mejoras más puntos. A veces era necesario mandarlo al gimnasio, en otras comprar ropa, obligarlo a socializar, matricularlo en cursos, comprar comida saludable, limitar el tiempo que dedicaba a los juegos de computadora, ese tipo de cosas. Si uno dejaba al gordo bajo su propia suerte por más de un día, empezaba a subir todavía más de peso, se aislaba socialmente de forma absoluta y terminaba convirtiendo en  un militante de extrema derecha, un incel o un suicida.

Ya me había encariñado un poco con el gordo, la verdad. Por momentos, de camino a la iglesia, pensaba más en las tareas de la aplicación que en el funeral.

Había mucho amigo de mi hermano con existencias mucho más ordenadas y aparentemente exitosas que yo. Eso me distrajo, me puso tenso, pero a la vez me sirvió para no ponerle mucha atención a la cháchara del sacerdote. Traté de fijarme en los cónyuges y las parejas de los amigos de mi hermano, ya había visto muchas fotos en instagram de sus bodas, las mujeres, quizás maquilladas en exceso pero muy felices, los hombres, casi siempre, algo incómodos, en trajes que nunca terminaban de calzar por completo, como diciendo “esto es una concesión, la iglesia, la pantomima, esta decoración pola, solo una pequeña concesión”. Algunas de estas personas probablemente viven en condominios o urbanizaciones, endeudados por 40 años o más,  y aunque detesto los condominios no puedo negar que los envidio un poco. O al rato envidio las cosas que odio porque en el fondo no quisiera odiarlas. El amigo de mi hermano que se mató en la moto no vivía en ningún condominio pero tampoco le iba mal, no es que estuviera trabajando en Uber Eats o algo así, si salió disparado de una moto al menos esta era una hermosa Harley Davidson para la que había trabajado durante varios años. Al rato era el tipo de muerte que buscaba. 

En media misa saqué el teléfono, mi gordo debía ir al gimnasio ese día, pero había que calcular bien la frecuencia, si lo enviaba todos los días podía extenuarse y morir. Se trataba de un juego bastante realista. El padre hablaba de la inevitabilidad de la muerte, de cómo nos acompaña todos los días, pensé que el padrecito, bastante joven extrañamente, se estaba poniendo existencialista, pero luego llegó el esperanzador mensaje cristiano. Alguna gente lloraba, pero nada excesivo, sin escenas melodramáticas. Me ponía de pie cuando todo mundo se ponía de pie, hasta llegué a persignarme como un acto reflejo, un gesto vacío. Una de las amigas de mi hermano, con el paso del tiempo se empezaba a parecer cada vez más a una exnovia, cuyo recuerdo me generaba una mezcla de vergüenza y nostalgia. Los hombres más jóvenes parecían  ir todos al gimnasio, ¿me estaba quedando atrás en la carrera evolutiva? Recordé que el gordo de la app también tenía que  cortarse el pelo. 

Cuando terminó el funeral y caminamos los 300 metros que existen entre la Iglesia de Aserrí y el cementerio, me acerqué a conversar con mi hermano y le di un abrazo incómodo, me miró con los ojos rojos, no sé si por llorar o porque fumó marihuana antes, hizo un gesto de asco “¿que es esa mierda de camisa, mae?” recuerdo que agarré lo primero que pude en la mañana, sin energías para pensar, mucho menos para planchar, tenía puesta una camisa de manga larga con estampados psicodélicos, quizás algo afeminada y sin duda muy festiva para la ocasión. Sentí un poco más de vergüenza. Supongo que tenía muchas cosas por hablar con mi hermano pero no lo hice, quería salir huyendo. 

Cuando llegué a mi apartamento en San Pedro me cambié la ropa y noté que mi camisa estaba chorreando ese tipo de sudor gripiento y asqueroso. Ya me sentía también, un poco agotado de la app, mi mayor aspiración sería que el gordo se convierta en alguien  ligeramente más funcional. 

Algunos jugadores expertos lograban verdaderas hazañas: convertirlo en un galán, en un corredor de bolsas, hasta en un músico de éxito. Se organizaban torneos y cada mes se lanzaban expansiones más detalladas y realistas. Yo no estaba de acuerdo con ese giro hiperbólico del juego, a veces las únicas mejoras posibles son modestas. En fin, esa noche me acosté, dormí 14 horas y casi no llego a trabajar  al día siguiente. Después me sacudí la gripe y no pensé más en la muerte y las motos. 


Untitled

por Alejandra Marín
ilustraciones por
Sarita Bonilla

Esta historia se sitúa en Barrio Amón, San José, el 16 de Diciembre del 2019, el día que abrí los Siete Sellos del Apocalipsis.

Quiero dejar claro que este texto no tiene un gramo de ficción, aunque lo parezca.

FelizFeliz3.png

Yo nací el día del eclipse de 1991, el 11 del mes 7, aunque no crea mucho en eso, todos los horóscopos siempre me asocian el nacimiento con la muerte, la transformación radical, lo oscuro, la noche… Todo lo simbólico que puede salir de un eclipse total de sol.

Dicen que ese día me metieron a un cuarto y no me dejaron ver el exterior hasta la mañana siguiente para que no me manchara o no me muriera. Salí del cuerpo de Ma a las 2am y tres horas después ya estaba en la casa, dicen que no lloraba, que estaba muy quieta, como esperando algo, igual que todo el mundo, solo que yo acababa de nacer.

Años después me enteré que por ese evento decían que el mundo se estaba acabando, que el “sol negro” era el inicio del fin, y eso estaba escrito.

Cada vez que anunciaron el fin del mundo (1991-2000-2010-2012) yo me lo tomé personal y pasaron cosas.

Regresemos al 16 de Diciembre del 2019, un día que no me pasaba por ninguna fibra del cuerpo mi profecía, yo estaba siendo más o menos feliz después de haber sobrellevado un año de mierda, recién empezaba a trabajar en una librería, me sentía bien acomodando libros, leyéndolos, escuchando música y recibiendo ese sol y ese viento embriagador que hace en San José en Diciembre.

Poco antes de las 2pm me preparé para cerrar un momento y buscar comida. Estaba a punto de hacerlo cuando llegó una muchacha a preguntarme si teníamos ‘Pantalones largos’ y yo que estaba ebria de sol le dije que no, que la tienda de ropa estaba a la par. Hubo un silencio incómodo.

-Ah, no, usted dice el de Lara Ríos.
-Sí, ese, Pantalones largos.
-No, no lo tenemos, en la librería del centro seguro que está.
La muchacha se fue y yo me quedé con una sensación extraña, como una ansiedad excesiva e innecesaria.
Me dio más hambre.
Específicamente de una hamburguesa de 1500.
Sentí urgencia por esa hamburguesa.
Salí, cerré la librería.

Eran las 2 en punto.

Caminé cien, doscientos metros, voy a cruzar la calle, me fijo, no vienen carros, cruzo, me fijo de nuevo: en media calle un camión me está atropellando.

Quiero que recuerden que esto no es ficción.

El tiempo se detuvo.

-Picha, me están atropellando, picha, picha, picha-

Volé.

Por primera y posiblemente única vez en mi vida, volé
y dejé de pensar.

Felizfeliz2.png

Nunca había sido tan ligera: fue eterno
Quité la cabeza para no estrellarla contra el asfalto: fui maravillosa <3
Mi cuerpo pequeño e ingrávido hizo una parábola: ocurrió en pleno vuelo.
Frente a mis ojos un cordero con 7 cuernos, un jinete en un caballo blanco, otro en uno rojo, otro en uno negro, otro en uno amarillo; los vi mientras el sol se volvía negro y la luna roja, y las estrellas comenzaron a caer, y el cielo se retiró, como un rollo que se enrolla. Los vi y también vi sapos y langostas y me vi a mí misma recién nacida.
Entonces llegó el silencio.

Luego, sonaron trompetas.

Caí aproximadamente 3 metros adelante. Las trompetas fueron interrumpidas por un grito:

-¡Se murió!

Me levanté de inmediato y le dije la gente a mi alrededor que no me había muerto, pero que algo muy malo acababa de pasar.
Ya viene la ambulancia, me decían. No, no es eso, algo malo acaba de pasar, les decía yo. Quédese sentada, muchacha, no se mueva mucho.

Tenía una ansiedad desbordada. Hice que pasara algo terrible.

-Muchacha, siéntese, por favor.

Hago caso, respiro y trato de entender la situación lo mejor que puedo.

Estoy sentada en una acera, el sol es enceguecedor, pero entreveo una muchedumbre que me rodea como una mancha blanca y ruidosa. Hablan, pero me cuesta entender lo que dicen, solo escucho sus dientes chocar dentro de sus bocas.
Estaba temblando, pero me quedé quieta.

Los lentes siguen fijos en mi cara, el reloj en mi muñeca, las prensas en el pelo, el celular en la bolsa: me atropelló un camión y todo sigue en su lugar. Es un mal augurio.

El vehículo era muy grande y transportaba alimentos congelados. El hambre volvió. El chofer que llamó a la ambulancia estaba muy preocupado, el círculo de gente a mi alrededor estaba en pánico pero yo necesitaba regresar a la librería por algo que me ayudara a entender qué había pasado y qué hacer al respecto. Mis ganas por esa hamburguesa de 1500 se transformaron en una necesidad de vida o muerte, mi sentido de emergencia era absoluto.
Me fui a como pude.
Me fui casi corriendo.
Por un lado estaba eufórica: volé; por otro lado estaba muy preocupada: abrí los Siete Sellos.

Cuando regresé a la librería con mi hamburguesa, la jefa ya estaba ahí. Se alivió de verme con hambre y casi de inmediato se preocupó de verme devorar la comida y buscar libros al mismo tiempo.
Me mandó para la casa y me dijo que por el resto del año dejara así, que me repusiera, que ella pagaba el Uber, que feliz Navidad y que porfa me cuidara mucho.

Cuando llegué al apartamento mi roommate tenía un bultito de ropa en las manos lleno de sangre.

-¿Estás bien? -dijo-, ¿necesitás el baño?
-No, ¿vos estás bien?
-Sí, sí, nada más se me pasó mucho la regla, hice un desastre.
-Ah, ok, ¿necesitás algo?
-No, yo no, ¿cómo estás vos? Te atropelló un camión, Ale.
-Sí, pero no me pasó nada.
-Estás temblando.
-¿Te parece?
-Te veo.
-Sí, pero todo bien, los paramédicos dijeron que no me había pasado nada. Eso no importa, Fran, no sabés lo que vi, necesito contarte, algo muy malo pasó.
-Sí, loca, que te atropelló un camión, pero dame un chance para limpiar esto y me contás bien.

No le conté, ¿cómo le voy a contar tremenda estupidez?

Quise contarle a mis amigues y familiares, pero tampoco.

-Te atropellaron, deliraste por un momento, andá al hospital a ver si tenés una contusión.

Me hubieran dicho todes

Pero no
no
y no.

Al día que escribo esto estamos en el mes 7 del 2020, han pasado siete meses exactos del evento. No es mi intención recordarles todo lo que este año ha traído mes a mes. Cuídense mucho. Lo siento profundamente.

 
FelizFeliz1.png
 



Sin título

texto y fotografías por
Pri Gómez

IMG_9087.JPG

Creo que la agencia de turismo, que está en el apartamento 2 del edificio donde vivo, ya cerró. No he vuelto a ver a nadie ahí. En la entrada, siempre tenían botellas plásticas con agua, y una manta bordada que decía "There is more to life than increasing its speed…". Estos días recuperé mi ciclo natural del sueño, que es no dormir. Siento por dentro corrientes eléctricas que me mantienen alerta a toda hora.

Mi apartamento está en un tercer piso. En este momento vivo con tres personas más. No tenemos un patio con zacate, pero es un lugar luminoso. Al lado vive Mildred, una señora mayor que fue profesora de arte y tiene dos gatas que sufren alergias por estrés. Abajo viven dos gemelas que diseñan bolsos; un francés que es panadero junto a su novia que trabaja en un hospital; y Shanon, una transexual nicaragüense, su hijo y creo que un amigo de su hijo. No sé quién es esa persona. Lo he visto solo un par de veces tocando el timbre de la calle, y lo escucho cantar trap a capela.

IMG_9085.JPG

Una noche discutían porque no coincidían con quien nos había dado la vida. Shanon le decía que había sido Dios, y él, le decía que fue un milagro. 

Cuando no duermo solo me queda ver por la ventana las palomillas que se acercan al poste de luz naranja que está al frente del cuarto. Todos sus movimientos alienígenas. Veo las ventanas de las otras casas. De pronto recuerdo calles donde he estado, pero que no les presté suficiente atención. Pienso en alguien. El celular suena. No sé si aquí hay un mensaje. Intento dormir un poco más. Pero al ratito me despierto, aturdida y con calor, como si a lo lejos alguien me estuviera llamando. Vuelvo a la ventana. Reconozco el andar de los indigentes que me despiertan cuando revisan las bolsas de basura. Casi siempre es lento y pesado. Hay sonidos así en medio de mucho silencio. Luego se escuchan las latas, la tos y los susurros que lo maldicen todo. Luego los pájaros. Ya el cielo es azul y hace frío. No sé cómo parar.

IMG_9086.JPG

12:40 pm. Es viernes. Me desperté a las 7. Desayuné un huevo con café. Estoy preocupada por Shanon porque no está teniendo ningún ingreso, antes tenía un salón de belleza en el cuarto que conecta a la cochera, pero ya nadie la visita. Todas las noches escucha primero las noticias, después suena como un predicador, o un padre hablando muy fuerte, luego pone música para relajarse y no la quita hasta que amanece. Yo tengo dos meses de estar desempleada. He sobrevivido porque entre todos nos ayudamos. Pero me he sentido diluida, y a veces pienso que esto es el fin, que no habrá más paisajes, ni encuentros con desconocidos. Acaba dejar de llover. Fue poco, pero ya huele diferente. Al final del próximo mes, las otras personas con las que vivo se tienen que mudar porque, con tanto tiempo libre, se han manifestado otros caminos. 13:06 p.m. 

IMG_9088.JPG

Este año tomé la decisión de mantener mis pensamientos lo más salvaje posibles y asumir todas las consecuencias. Ya ni creo que los documentales me estén diciendo toda la verdad. Estoy tratando de pensar más con el corazón, y olvidar todas las veces que se burlaron de mí por creer más en la ternura que en la razón.  Siento el cambio inevitable. Antes estaba más asustada, tratando de sostener la realidad tal y como era. 

No sé cómo voy a despedirme de esta casa. Pero ya no quiero estar más aquí. He anotado todo lo que podría hacer para sobrevivir: abrir un blog, trabajar en un call center, ahorrar y comprarme un barco. Trabajar en un call center, ahorrar y comprarme un carro. Ser profesora de natación para bebés. Ser masajista de caras. Vivir en una casa con patio y un perro. Vivir cerca de una frontera, en el campo. Vivir en cualquier lugar que esté cerca de un manglar. No sé dónde voy a parar, pero espero que sea en alguna selva aún no descubierta, encima de un elefante, en busca de tigres y leones.

 

En el futuro no hay carros voladores

por Anastasia Molina Ross

ilustraciones por Sebas Fallas

En el futuro hay incertidumbre
A veces el presente también es incierto, como hoy
Por eso creo tan importante aprender a escucharnos
Recordar los caminos que hay que recorrer para conectar el cuerpo con la mente
Y que podamos sentirnos completos
Para abrazar a la muerte con calma, cuando decida llegar
Mientras afuera todo tiembla, podamos sentir la certeza adentro
La certeza de ser


Pequeña guía para aprender a escucharse:

  1. Es más fácil escucharse cuando hay silencio, por eso algunes le huímos tanto. Para aprender a escucharnos, creo esencial enfrentarse a ese vacío; sin música, sin la voz de otras personas, sin el televisor encendido, sin los gritos y lo más importante, sin ponerle tanta atención a nuestros pensamientos.

  2. El ruido de la mente es complicado, me gusta imaginarla como una pantalla de cine donde se están proyectando tomas del cielo. En la pantalla azul entran y salen nubes que aparecen y desaparecen al antojo del viento. He leído varias veces que una técnica es intentar observar nuestros pensamientos, como si fueran una de esas nubes que entran y salen de la pantalla, sin aferrarnos a ellas y sin juzgarlas. Nuestra mente es la fuerza del viento y así como a esta última, hay que dejarla fluir sin resistirse.

  3. Meditar nos da pereza, siempre lo posponemos, sentimos que no sabemos como hacerlo o que no tenemos tiempo, que estamos muy cansades, que tenemos sueño o nos pica todo el cuerpo. Pero cuando por fin logramos sentarnos a meditar, a crear de nuevo una vía de comunicación entre todas las partes que nos conforman, comenzamos a recuperar el poder de escucharnos.

  4. Contemplar. Tomar fotos, leer, desyerbar el jardín, ver el cielo, hacer yoga, bailar y pintar, son todas actividades que me permiten entrar en este estado. Un estado de calma, de presencia. Por eso muchas veces es más sencillo recurrir a estas actividades cotidianas que sentarme a meditar, pero creo que puede que sean igual o hasta más efectivas. Me gusta pensar que es como llevar la práctica meditativa al plano de la vida real. Hacer que se borren un poco los bordes del deber ser, para conectar con este gran momento llamado presente.

  5. Crear es mi lugar seguro, cuando todo lo demás falla y no logro escucharme, escribo. Creo que encontrar nuestro propio lugar seguro, donde esto nos suceda naturalmente, es una clave indispensable para aprender a escucharse.
    Se siente como flotar boca arriba en una poza o aguantar la respiración en el fondo de la piscina, un lugar donde la gravedad es menos densa. Donde logramos fluir con el universo -porque eso es crear y por eso se siente como magia- es donde le otorgamos sentido a las cosas y escuchamos todo claramente.



Oiga la vara

por Alonso

Toda la vida había pensado que era estéril. Una combinación de inseguridad con mucha marihuana. Varias veces me había pasado que me pegaba un susto. Varias vece se atrasó un período. Pero eran sustos al suave. Nunca pasó a más que unos días de estrés para ambxs. 

A M. la conocí en diciembre del 2019. Bueno, conversamos desde antitos de navidad, y en enero la visité en Sarchí. La educación sexual no fue particularmente un punto alto en mi crecimiento. De hecho creo que ni siquiera fue uno. Ese día cogimos hasta darnos cuenta que era el día siguiente. Lxs dos rencxs y lxs dos empujándonos. . . . El 2 de febrero del 2020 M. me escribió: 

Screenshot_20200417-163524.png
Screenshot_20200417-163541.png

Eso fue un domingo. 

Quedamos en ir a hacer una prueba de sangre a la UCR. Le propuse que se quedara a rulear el martes para que no viniera desde Sarchí. 

Ese martes me puse un condón, en lo que lxs dos considerábamos como dejar de renquear. 

Cuando terminamos, nos dimos cuenta que ya no lo tenía puesto. 

Luego de una urgida búsqueda, nos dimos cuenta de que había quedado adentro de M. 

Qué picha, perrito. 

Pero bueno, dejamos de pensar en ello después de un rato. Al día siguiente, la prueba salió negativa, y ya había normalidad, o al menos no se sentía ese estrés tan específico. . . . El 5 de marzo, M. me escribió: 

Screenshot_20200420-175542.png

Ese mismo día fuimos a un chante en Plaza Víquez a hacer un ultrasonido. Teníamos que saber la fecha de gestación y sobre todo, que M. estuviera bien. Nos topamos al frente de la Caja y caminamos a la clínica, mientras conversábamos lo que pasaba. Ella nunca había estado embarazada, y yo menos. Era todo muy loco. 

Llegamos al lugar, ahí por donde siempre están los mariachis. Le sentí un aire clandestino, tal vez porque parecía un toque como en obra gris. Nos atendieron en recepción y nos dijeron que esperáramos a que nos llamaran. Al ratito, un mopcito nos dijo que pasáramos. Le tomó algunos datos a M. y le dijo que se pusiera esa bata. 

El mae hablaba muy bajito y desde donde yo estaba sentado hasta la camilla donde ellxs estaban, entendía la mitad. Yo me medio guiaba con lo que veía el monitor. En algún momento me pareció escuchar algo de unos sacos. Estaban discutiendo sobre hacer un examen más exhaustivo. Cuando el mop se retiró para continuar con el procedimiento, M. me dijo: 

-¿Escuchaste lo que dijo? 

-No entendí ni picha. 

-Dice que hay dos. 

-¿Qué? ¿Hay dos? 

-Sí, son gemelxs. 

Nos quedamos viendo fijamente por un momento. Un marcador en el tiempo, como diciendo: “Esto nunca se me va a olvidar. 

Mientras el doctor hacía el tacto, nos enseñaba los dos sacos. Les tomaba fotos y nos decía que se veían muy bien: -Les voy a dar este dvd para que todxs en la casa puedan ver y escuchar a sus gemelxs, ¡Felicidades! 

Salimos del consultorio con una sensación de embarazo. Las recepcionistas, mientras alistan el papeleo, vieron que eran gemelxs. Se emocionaron mucho, nos daban la mano y nos deseaban lo mejor para nuestrxs hijxs. 

Cuando salimos de la clínica, nos cagamos de risa. Es que mae, no jodás. Es como pegarse una raspa de dos millones, que por cierto, solo hay dos de esos premios. Casualmente, terminamos almorzando en un restaurante de unos gemelos. Llamé a mi mamá y le dije que jugara el 02. . . .

El 21 de marzo, el embarazo ya tenía ocho semanas y unos días. Era una buena fecha según nuestra investigación. Además, el desgaste físico y emocional estaba al tope. A las 5:12 pm, M. se tomó la primera tanda de pastillas. Debíamos esperar cuatro horas más para la próxima. Había una pequeña sensación de feria científica. Lxs dos súper atentos a cómo iba respondiendo el cuerpo ante estos fármacos diseñados para combatir las úlceras gástricas. 

A las 9:12 pm, se tomó la segunda y última ronda, y se durmió. 

A las 11:35 pm, se levantó y me dijo que estaba lista. 

Fuimos al baño. M. se metió en la ducha y empezó a seguir consejos que leímos en un documento muy a cachete. Ahora la vara era una clase de biología muy a jacha. M. estaba expulsando de su cuerpo un montón de cosas y debíamos identificar dos. No sabíamos cómo se veían ni qué esperar. 

-Esto es más grande de lo normal. 

¿Creés que sea unx? 

-No sé. 

Para ver. 

Analizábamos a profundidad todo lo que salía. Pusimos por aparte el hallazgo para tenerlo de referencia, según nosotrxs. De repente, algo salió disparado con fuerza. Era una placenta, rata. Al ratito salió la otra, pero todavía no había rastro de los bichillxs. 

Salí a tomar aire. Fui a la sala, ahí estaba mi tata: -Pa acaban de salir las dos placentas. Son como un saquito súper resistente, con grasita. 

-¿Estás bien?- (con tono de preocupación)

-Sí sí, todo bien, solo estoy como en shock. 

Me fui de vuelta al baño. Cuando iba llegando, escuché: -Alo, vení a ver esto. Cuando entré, me enseñó esto: 

Un embrión en perfecto estado, exitosamente abortado. Le puse “Ingenierx”. Al otro no le fue tan bien. Salió todo despichado. Lo logramos distinguir por los dos puntos negros que iban a ser sus ojos. A ese le puse “Aloncito”. 

-¿Cómo te sentís? ¿Estás bien? 

-Sí, me siento bien. Solo estoy muy cansada. Voy a ir a dormir. 

Yo me quedé limpiando. Estuve observando a “Ingenierx” en mi mano por un buen rato. Pensé en cómo pudo haber crecido. Ser alguien. Ser hijx. Luego pensé que esta es la mejor decisión. La más amorosa. Sin duda. 

Recogí las placentas y a lxs gemelxs. 

Los puse en el baño. 

Lo miré todo, como coleccionando ese momento: “Esto nunca se me va a olvidar”. 

Y jalé la cadena.

 

Ya hemos sido todos los sitios donde el amor
se encuentra a veces

reina hungría.png

por Juanjo Muñoz Knudsen

Ficino: Hola, vengo a enseñarte la forma de atrapar fantasmas con la comida. Sé que llego con esto semanas tarde, pero la interlínea me queda a unos cuatro asaltos de distancia.

Exagero, las cosas no están tan weisas, el otro día hablaba de eso con el uber, que desde hace 3 años las cosas están más tranqui, que la gente ya puede manejar de noche por algunas partes de los Guidos, o bueno, yo sí me meto a donde me digan, mi wila es de Calle Fallas, uno anda tranquilo, uno sabe con qué vibra pisa el suelo. Dicen los ubers.

¡Cómo les gusta hablar! Me sorprende, a mí que soy tan callado, pero a vos de seguro te pasa igual conmigo, las palabras nunca te han servido o interesado tanto, no las podés ver aumentar en gravedad planos inmateriales que nos rodean todo el tiempo, que siempre están ahí. Parecen posibilidades explicitadas como sugerencias, o sugerencias explicitadas como posibilidades, sobre eso no me he decidido, igual lo que digo es que te comprendo, hay mil cosas que se me escapan a mí, la hora de irme a casa cuando estoy con amigxs, las propiedades espirituales del estado gaseoso, el color azul de partes del océano. Eso solo por mencionar unas y traerte con un brazo de palabras suaves y compasivas hasta acá. Cerciorarte que que no entendás con quién hablo en este momento, ni por qué llegué con un mantel, un plato plano, un bowl, un vaso alto, una tasa de té dorada con una silueta en blanco y rosado, no es algo de qué preocuparse.


La reina de Hungría: Sacaste de una canasta pan y el aire de los cuartos densos de los que gente sale y entra constantemente y que siempre me rodea. ¿Es esa el alga fantasma que pretendés extraer de este cuerpo mío, posado como acordeón, acordonado sobre sí mismo, inclinado en un eje invisible?

reina hungría-01.png

Yo, callando, dejé que me hicieras soñar con mi ciudad hecha añicos, donde rabos de zorro y colas de gato y narices curiosas que se asoman, ejercen la gravedad primaria de la muerte. Te podría decir estas cosas en este momento, pero prefiero tomar nota mentalmente, ensamblar en una carta etérea todo lo que pudo haber sido dicho. Quizás porque no creo en el bien. Quizás porque me anticipo a todas tus preguntas y de entrada te digo que no me interesan. Que mi experiencia soporta sus cargas gracias a que carece de las palabras, gracias a que no cuento con la señal de la repetición, el eco, la inercia. Seré estática pero jamás condicionada.

No diré nada de esto porque detesto tus preguntas, las sacás de tu tintero y me manchás con ellas, nos manchás a todos. Es inútil, ¿cuántas vidas habrás ya gastado en ello? En los tiempos, en los ritmos, en el carácter prearquitectónico de sus techos, de sus palabras bajas y certeras. ¿Qué te dicen a vos, esos sentidos jabonosos, fractales?

Olvídalo, no respondás nunca más. Retírate con tus platos y tus vasos y tus canciones líquidas que rejuvenecen todo aquello que no quiero que forme parte de mí. Porque me haría igual a vos, explícitamente errado, sin miedos, con una mano en el cuello de la vida y otra que se envuelve alrededor de tu propio cuello y es la misma. ¿Qué sentís? ¿Por qué así?


Ficino: ¿Qué sentís? O ¿por qué así? Callás, es claro. Te comunicás a la velocidad de la luz, cada gesto es posado sobre mi ojo, esa piel del espíritu, pero te negás a decir. Decir no es nada y ahí veo dónde de nuevo los astros son lo que nos tienen en el lugar exacto, en casas opuestas. Yo tampoco creo en las palabras, por eso las arranco del aire y las desmenuzo, algunas las destrozo y dejo sus sentidos aislados amargarse en el piso. No son parte de algo más y si no son parte de algo más no son nada, porque todo es parte de algo más.

Vi eso.

reina hungría-04.png

Vi tu ojo saltar cuando dije lo anterior. Podés negar el oido y el aire, pero la luz, tu luz, no se difuminaría ni aunque lo quisieras. Y eso, en vez de querer insistir con más de mis reclamos, me recuerda por qué estoy aquí, acá, por qué comiste pan con semillas y granos, por qué tomaste agua fría con menta y mandarina, por qué presionaste ese huevo hasta hacerlo romper y escurrir entre tus dedos y por encima del plato, viendo en algún lugar de tu memoria lágrimas. Las vi, acá no podés mentir, yo también las vi.

Con el té, que es lo único que queda sobre la mesa, frente a vos, entre tus dos manos, cada una más poderosa que la otra, siempre.

De tus labios, a tu lengua, al punto más sensible de tu boca, por tu garganta, por todos los órganos que como ramitas se conectan a tu centro. Por tus entrañas, por los túneles húmedos y ténues, por los sitios olvidados por el oído. Hasta llegar al último punto de tu cuerpo, donde se traza una frontera inmensa, inviolable. En el momento en el que ese recorrido se cumpla y vos, bajo tu propia y toda soberana atribución de decisión, veás lo innegable y en un instante noble, te desprenderás de todos esos fantasmas que a día de hoy alimentás, malcriás, sanás.

Luego de ese punto ya no hay nada de esto. Yo no estoy ni la reina de Hungría.

Es tu facultad, de nadie más, vivir.

Las condiciones sobre cómo eso ocurra se verán afectadas por todo aquello que tu presente te ofrezca: un maletín,

la fobia a las focas,

ser bruja y no querer sanar

las flores,

los tallos,

una abuela que te llama pajarita

desde que tenés memoria.



Documentos escaneados

por Alonso Segura Mora
ilustraciones originales por el autor, versión web por Lini

alo-01(1).png

Hay una foto de cuando estaba carajillo, cuando tenía dos o tres años. Estábamos mi papá, mi mamá y yo en el Parque de la Paz.

Yo estaba jugando con el primer perro que tuve, Peluquín. Andaba fuertemente uniformado de la Liga Deportiva Alajuelense.

alo-01(1).png

Se dice que Cabito me hizo liguista.

La más bella pasión impuesta.

Yo no me acuerdo del momento en que el fútbol me absorbió. Cuentan mis tatas que cualquier cosa con forma de balón, corría a patearlo. Incluyendo lámparas de restaurantes finos.

alo-01.png

En la escuela mejengueaba todos los recreos.

O casi todos, porque algunos iba a “la montañita” a revolcarme.

Le dábamos entre secciones. Por lo menos a partir de cuarto grado.

4A contra 4B.

El C se esperaba al segundo recreo e iba contra el ganador.

Ya en quinto grado, la trama era más intensa porque era Sele contra NO Sele.

La NO Sele era la “escuelita de fútbol”.

Los que no daban la talla para la Sele.

Igual las mejengas eran muy reñidas.

Había calidad en la escuelita.

Pero, dejándose de varas, prometía ser de la Sele.

Fue mi sueño de infancia.

Ya para el 2003, estaba en sétimo y era seleccionado del Saint Michael.

El avance fue reflejo directo de haberme metido a la Asociación Deportiva Porvenir de Desamparados.

Esa fue mi Sele en quinto y sexto grado.

En esa etapa, explotó mi pasión por el fútbol.

Por la Liga también.

La “doce” estaba muy de moda.

La “ultra” también.

Solía dibujar con marcador, el signo de los poetas del tablón, en los cuadernos y en los pupitres.

De hecho, aprendí a hacer pulseras con pabilo.

Eran rojinegras.

Emma y yo hacíamos unas con unos dijes del escudo de la Liga.

Una vez fuimos al Centro Comercial Desamparados a alquilar una película.

Apenas nos bajamos del bus, al frente del Monseñor Odio, un ultra nos agarró y nos dijo:

-Van soltando esas cintitas-.

Como mencioné, las barras bravas eran el despiche.

Y se distinguían por las cintas de tela que andaban sus integrantes.

Ojo que las nuestras eran pulseras con dijes, no cintas.

Igual las pagamos.

Bueno, las pagó Emmanuel.

Él tenía el dinero para alquilar la peli, y por estar cagado, sacó la billetera, sin que se la pidieran, y dijo:

-Agarre todo lo de la billetera, pero no se la lleve por fa. Significa mucho para mí-.

El mae asintió, y seguidamente le preguntó cuánto calzaba:

-Quítese un cacho a ver si me queda-.

No le quedó.

Todo esto mientras caminábamos en la acera, porque era menos brasa que asaltarnos detenidos.


Yo todo el rato traté de quitarme la puta pulsera, pero estaba demasiado apretada. Le dije que no podía quitármela, y me dijo que no importaba.

Emma se fue de pulsera y de harina.

Yo solo fui testigo.

El mae nos preguntó dónde vivíamos. Le dijimos que por el cruce del Maxi.

Nos devolvió los pases para el bus, y jaló.

Eso es lo más cerca que he estado de un asalto.

Por identificarme con la Liga. Con el fútbol.

Bueno, de un asalto donde el perpetrador me dirige la palabra y me hace saber sus intenciones.

Porque me han robado el celular.

Dos veces.

El mismo modus operandi.

Me sacaron el bulto de un camerino, en una cancha de fútbol.

La primera vez fue en la cancha de San Juan de Dios de Desamparados.

La segunda, en la cancha de Cristo Rey.

Hay que entender que en los campeonatos de tercera división B, de la Liga Nacional de fútbol aficionado (LINAFA), los equipos suelen ser como ese mío, un poco de pintas, la mayoría buen ride, pero con vecinos potencialmente criminales.

Esos asaltos están lejos ya.

Ya no juego fútbol once, ni compito en LINAFA.

Ahora solo juego fut 5 los miércoles en la noche, a las 9 pm, en San Rafael arriba de Desamparados.

Esos dos rojos son la base de mi economía.

Todo lo veo calculado en mejengas de fut 5.

La vez pasada me iba a comprar un pantalón, porque ya no me queda ninguno.

Costaba diez rojos.

Cinco mejengas.

Un mes y una semana de fútbol.


alo2-04(1).png



Sigo sin pantalones.

Supongo que eso raya en la irresponsabilidad.

Pero podría pensar que raya en la irresponsabilidad haberme puesto un uniforme de la Liga cuando nadie tenía consciencia de lo que iba a formar en mí.


Dafen: dientes falsos

reseña de un libro de Pierre Herrera

por Juanjo Muñoz Knudsen
ilustraciones por Sofía Alvarado

I

Dafen, como palabra, antes que a una región me refiere al idioma alemán. Primero resuenan en mí sonidos como Dasein, Dresden, deutung, palabras no relevantes a la hora de discutir la construcción de un pueblo en la periferia de Hong Kong. No sé tanto sobre China, pero lo que realmente quiero decir es que hay tanto que no sé sobre China. Como si ahí existe el concepto de periferia, si esta palabra alude a algo dentro de ese maremoto de nación. A mí no. Siento que le falta un centro, un corazón para poder referirnos a una posible idea de periferia. Sería como hablar de la periferia de la Tierra, un territorio que colinda con lo que está más allá de ella misma. Quizás desde esa noción sí podamos llegar a Dafen, caminando por el margen de las fronteras, cognitivas, conceptuales, etc(eterales).

II

Perder un diente es como sacar un carro de la agencia, ocurre una depreciación automática. Me imagino en un mercado de esclavos espacial, alguna raza más opresiva y patriarcal que la nuestra expone a un Juanjo disfrazado/encadenado como la princesa Leia. El posible comprador examina a Juanjo-bikini-dorado y determina que el penúltimo molar del cuarto inferior izquierdo de su boca fue extirpado y reemplazado por una prótesis genérica, devaluando al especimen en no menos de 50 mil créditos espaciales. No me lo tomo personal, pero sí anoto para mí mismo que esta raza bifálica no sabe ni picha, a medida que soy conducido a un palacio/ovni para iniciar mis labores como manicurista interespecie.

juanjobikinidorado.png

III

Pierre tiene buen gusto en memes o proviene de una gran escuela memera sobre la que ahora intento trazar paralelismos con Dafen, con esa cultura de hibernación cultural. Es un esfuerzo un tanto forzado, pero podría decir que el shitposting, con su vertiginosa velocidad y lo repetitivo de sus caracteres, se comporta como un lenguaje desarrollado en paralelo al idioma convenido hegemónicamente, pero desde un underground que le permite nunca desafiar directamente dicha hegemonía a la vez que la transforma, desarma y reconstruye. Similar a lo que ocurre con el trabajo y “obra” de todos aquellos que viven y están vivos en Dafen.

IV

Si yo tuviera un país daría unas antibecas artísticas, en las que el comité elegiría artistas de ego infla(ma)do y los enviaría por períodos de tres, seis o nueve meses a trabajar a Dafen. Funcionarían para disuadir a creadores, más interesados en la autoría que en el oficio, de hacerse llamar a ellos mismos artistas. ¿Que habría un tanto de persecución política y un tufillo facho en dicho asunto? Tal vez, pero prefiero soñar con un totalitarismo que agregue diversidad al inconsciente colectivo que esperar, y morir esperando, que el sueño de la razón no cree monstruos.

V

hibernación cultural

La cultura va directamente ligada a la creación y a la reproducción. La hibernación cultural vendría siendo esa cultura que reproduce la estática/lo estático. Dentro de la definición del concepto no habría criterios morales, pero desde mi parte como autor-no-hiberno-cultural, creo que hay algo de mucha honra en rehusarse a detener la creación a la misma vez que se manifiesta un explícito desinterés por proseguir/progresar el camino que está a nuestro alcance. Algo como decir: “Hmm, no, no me suena, ni quiero intentar algo distinto”, esto sin decir nada. No es casi Zen. Dafen es Zen.

VI
“Las dentaduras perfectas tienen gran demanda social”

“El museo como escaparate;

el mundo como supermercado”.

¿Habrá pensado Pierre que su diente falso evoca el fantasma de su diente original?

“Las réplicas evocan

al fantasma de las obras originales.

Evocan todo el significado que como objeto cargan

la historia de la pintura, la de su autor pintándola.

Su aura”

Dafen 2.png

¿Estará consciente Pierre de todo lo que perdió? ¿Lo estoy yo?

¿Lo estamos todos?

Ahora que lo releo, todas estas preguntas son en tono optimista. Soy mejor que cualquier versión mía que tuviera todas sus partes originales. Me prefiero. Me gusto más. Entonces en la pérdida yace un logro, como un bloque de mármol que al tener menos de su cohesión original adquiere su verdadera forma.

¿Qué gana aquel que pierde todo su brazo? (pregunta para Pierre).

VII

“Podría llamarse inspiración al hecho de inhalar

el recuerdo de un acto no vivido”

La forma en que se establecen actualmente las relaciones en el mundo, en lo que hemos definido como “el planeta tierra”, desdibuja lo aprendido sobre: 1- la cultura, 2- la creación, 3- la materialidad, 4- la vida como un periodo constante, 5- el tiempo como una flecha que atraviesa hojas, rebanada tras rebanada, quedando en el suelo del presente como momentos, el suelo del presente que solo queda almacenado en la memoria.

¿Y qué con todo eso? Poco, pero igual se siente como muchísimo en este contexto, porque el descubrirnos en algo más que no ha parado de ocurrirnos en toda nuestra vida es, a falta de una palabra que denote menos ingenuidad, un logro.

“un espejo se pasea al borde del camino, y al hacerlo refleja

lo mismo el fango de la carretera que el azul del cielo”

Dafen.png

Al taxista

por David Ulloa


(Feliz Feliz 2018)

xilografía: Ricardo Rodríguez Chaves

xilografía: Ricardo Rodríguez Chaves

 

20 años, 6 hombres

  • Bebé mirá lo más difícil para una persona como YO que tiene tantas cosas que decir es empezar, dame un toque.

También era difícil empezar porque estaba borrachísimo, pero eso no se lo tenía que decir, lo supo desde que me subí al carro y tardé casi 2 minutos en encontrar la ranura del cinturón.

Él estaba acostumbrado, yo ya lo había visto trabajar esa esquina donde me recogió y probablemente siempre subía ebrios. Del B8 nadie sale caminando derecho a las casi 5 de la mañana, ni yo. Eso sí, siempre salgo peinado y con un halls en la boca, sin mal aliento. Pertenezco a ese tipo de locas que protagonizan la época en la que viven.

  • Ustedes toman más que uno o qué es lo que les dan ahí.

Me hizo ese comentario mientras esperaba mi respuesta a su primera pregunta y yo resolvía el lío del cinturón. No se le borraba la sonrisa burlona pero me veía con precaución, como con miedo de que le vomitara el carro. No vomité, pero sí me sinceré.

  • Bueno, listo, amarradíximo. Entonces, ¿a qué me dedico? Pues cómo te explico, soy presentador de televisión y activista gay. Pero eso fijo ya lo sabías, me sacaron hace poco en telenoticias y ahí me viste. Y ahora me estás juzgando porque voy aquí toda borracha después de pedir respeto en televisión nacional.

Pero no mi amor, la fiesta también es un derecho que nosotros mismos como playos que somos inventamos, más bien agradezca. Además, que me desenvuelva tan bien tanto en la política como en la fiesta es lo que me hace única y lo que me está convirtiendo en un sex-symbol gay en Costa Rica

  • Yo no veo tele pa, si acaso oigo radio en el carro

  • Ay jamás. Igual en la radio también me mencionan. En fin no importa, eso es lo que hago, pero si me preguntas quién soy yo diría que soy escritora. Tengo un blog y algunos artículos publicados en revistas digitales que se han vendido muy bien. Dicen los críticos que mis historias le ponen cara a la causa homosexual. Hay una cosa muy bonita que me dijo Alfonso Chase: hacía falta una zorra que escribiera.

Y es que YO soy una zorra. ¿Para qué te voy a mentir? Le gusto a los hombres vieras, pero también tengo cerebro. Por ejemplo ahora en el B8 me quedé de ver con un mae y ahí estuvimos apretando y no sé qué, pero llegó otro que me gusta y ya le tenía puesto el ojo desde hace tiempo.

¿Has entrado al B8? Hay dos barras, una arriba y otra abajo, lo que hice fue dejar al mae abajo en la pista y le dije que subía porque arriba había menos fila para pedir. Subí y me apreté al otro mae y luego volví y le dije al del primer piso que igual estaba llenísimo.

  • Bien jugado

Era obvio que el tipo no leía ni cuando iba a cagar, pero de todas formas me sorprendía que no supiera nada sobre mí. Si trabaja los fines de semana aquí algo tuvo que haber escuchado, los playos hablan demasiado. Al menos un chisme mío que han salido montones últimamente.

- Pero sí eso es lo que amo, escribir. A veces siento que son cosas medio filosóficas, aunque el tema sea YO. Suena feo en voz alta pero lo más interesante y de lo que mejor escribo es sobre mí. Más gente debería escribir sobre mí.

Pero no creás también escribo sobre el mundo gay, tengo amigas lesbianas y amigos enclosetados por los cuales me doy cuenta de muchas cosas y luego escribo sobre eso, pero como si fuera yo ¿me explico? Cuando uno escribe muchas cosas son ligeramente mentira, es lo que uno llama una ficción. También a veces se me ocurren frases que ya había leído en otro lado, porque YO leo mucho.

Por ejemplo ahora estoy leyendo un libro de una mae que se llama Pathy Diphusa que es una estrella porno. Siento que ella y yo somos demasiado iguales y es como leer mi vida, en una parte dice que ella escribió sus historias de lo que es ser actriz porno y puso de moda ser desvergonzada y la vara, pero que ahora entonces todos esperan que esté excitada todo el tiempo y yo siento eso, ¿me explico? Como que ahora los maes me ven en serio como un símbolo sexual solo por contar mis cosas, que a veces ni son mis cosas

  • ¿Entonces usted hace porno mae?

  • Ay jamás estás loco. Aunque mmmm lo pensaría sabés. Lo que me daría miedo es que algún productor se aproveche de mí o así, esa industria es así. Yo ya viví algo parecido, porque no te conté pero así fue como entre a trabajar en tele. No haciendo porno verdad, pero por mis atributos.

Esto me lo contó el mismísimo productor del programa, o sea mi jefe. Dice que en el casting no fui la mejor pero que él presentía que yo era gay y le gusté y pues quería conmigo. Dicho y hecho me tiró los perros en la primera semana de trabajo. Nunca pasó nado obvio, primero porque en ese momento yo todavía “no era gay” y segundo porque sí era gay y el mae me parecía bastante feito. Toda perra yo.

  • Ya. ¿Mae qué lado de Desampa?

  • Es por el Porve, bueno llegando a la Villa Olímpica

  • Dos Cercas

  • No, no es Dos Cercas, bueno yo le explico cuando vamos llegando

  • Sí sí yo conozco

  • Ah ok. Hay muchas drogas por esos lados, pero vieras que yo nada he probado. Y eso que ahora que soy tan pública me han hecho mucho daño, muy melancólica me pongo a veces pero no quiero drogarme para superarlo.

Es que los playos son muy hipócritas vieras. Un día te saludan de beso y al otro día te están comiendo el culo. Rico tonto. No no pero en serio, yo no sé si vos has escuchado chismes míos, seguro sí porque como dicen estoy de moda. Espero no se crea todo lo que dicen, no soy tan mala.

Y a veces es como qué injusto porque yo soy la que pongo la cara en tele y en los periódicos y en todo lado y es por ellos, mi sueño es que en este país todos tengamos los mismos derechos y todo. La fama vieras que no me importa tanto. Ves un sex-symbol también tiene corazón

  • Mae aquí para dónde

  • Ay qué rápido llegamos, nada como manejar de madrugada. Sería en el semáforo a la derecha, en esa entrada hasta el final

  • Dos Cercas

  • Bueno se llama Urbanización La Esperanza

  • Ya

  • Mirá ya me está mandando mensajes el mae de hoy. Que descanses lindo me pone, si supiera. No le cuente

  • Serían cinco quinientos

  • Ok dejáme sacar la billetera. Qué raro no la ando aquí. A ver en el abrigo un toque. No no está. ¿Será que se cayó? Me prendés la luz porfa. Mae no, qué raro. ¡Me la robaron!

  • Entonces

  • Diay no sé no la encuentro. Ay la cédula y las tarjetas, me muero

  • Mae y ahí en la choza no tiene

  • No creo, como dos rojos

  • Y sus tatas

  • No voy a despertar a mami a esta hora para pedirle plata, me mata

  • ¿Entonces?

  • ¿Mae y si te doy los dos rojos y venís mañana por el resto? Ya sabés donde vivo

  • Mae no yo cobro completo

  • Ay mae yo salgo en tele no te voy a robar, vos sabés quién soy

  • Yo no veo tele pa. Y vea hoy ha estado bien malo, no voy a perder cinco rojos

  • Mae porfa

  • Di no mae

  • ¿No ves que me robaron? Muertas de hambre todas, ahí no vuelvo

  • Le toca pa

  • ¿Qué?

  • Mamar, símbolo sexual

No intenté huir, porque tampoco soy tan ridícula. En mi cabeza sí sonaron varios “qué hago aquí” pero los callaban los más frecuentes “en el fondo querías esto, puta”.

A pesar de las circunstancias me mantuve fiel a mi status e hice acopio de todos mis talentos. Se regó en menos de cinco minutos. No pienso describir al tipo ni relatar mi proceder con pelos y señales, era la primera vez que me violaban y los símbolos también tienen su vida privada.

¿Qué pensaría él de mí? Seguro me creyó una loca de la vida fácil y se equivoca, yo soy una activista. Le escribiré más tarde para decírselo y que de una vez me haga un servicio y nos lleve a mami y a mí al MásXMenos.

 


Oír a otra gente coger
por Juanjo Muñoz Knudsen

Ilustraciones por Ximena Aguilar 

(Xim Xim)

 
 
 

Son las 3 de la mañana y los gritos de una muchacha me despiertan. Digo muchacha, pero podría tener 45 e igual ser la que está gritando durante la madrugada de un jueves. Bueno, igual las de 45 también son muchachas.

 

Tengo una serie de pensamientos poco naturales de los minutos por los que seguí la actividad. 

 
feliz feliz 1.jpg
 

Los primeros que recuerdo: me duele que no haya nadie a quien pueda abrazar y que quiera venir tarde en la noche a un lugar desconocido como estos apartas a cogerme. Nadie que se juegue la posibilidad de que en vez de un Uber 4 am, voy a ser buenísimo haciendo desayuno. Tipo pinto, tortilla, aguacate hass, huevito picado. 

 

Cuando empecé a ir a terapia repetía mucho que quería a alguien que me sacara de mí mismo. That's the dream, le decía al mae mientras me quejaba de Sari o de Ta o de cualquier otra nube que sacara tiempo para hacerme sombra.

 
felizfeliz 2.jpg
 

Si el presidente Solís firmara un decreto para que Juanjo saliera por cadena nacional discutiendo qué implica oír a otra gente coger, diría lo siguiente:

 

Cuando empecé a ir a terapia repetía mucho que quería a alguien que me sacara de mí mismo. That's the dream, pero estaba equivocado y ahora entiendo mejor la forma en que mis palabras no mentían solo no acertaban todavía. El presente, el único lugar en el que están todas las cosas, ahí era a dónde quería que mis novias me sacaran. Sáqueme a pasear al presente, plis, me estoy volviendo loco en este no tiempo pasado-futuro me ahogo, mae, me ahogo. Eso les decía, amigas nobles, amigas tetonas, amigas de pelo corto, amigas a las que les debo estar acá.

 
felizfeliz 3.jpg
 

Sé que siempre estuve equivocado porque hoy estoy solo y las gotas de placer llegaron como después de la romería, sufrida, vacía, equivocada con dioses que no están. La tragedia de la felicidad fallida, ese es el tema. El presente que es el único que nos ha venido goleando, tirando horquetas, fouleando cuando el árbitro no está viendo. Pero todo lo ha hecho por nosotros.

 

Que el amor no funcione en la cabeza es un regalo. Que el presente sea el único lugar distinto a lo que hemos vivido también. Yo a veces me complico mucho y juro que más bien estoy simplificando las cosas. Como decir, de todo de lo que quiero hablar es de una invitación para habitar el presente, que suena como algo que le han tirado a uno mucho durante la vida, pero yo no entendía. Hasta que lo contrasté con esas palabras de ruego psicoanalítico. Lo que uno ocupa no es que lo saquen de uno, sino que con las manos o los ojos, nos ayuden a ubicarnos en el presente. Ver el clóset blanco que tenemos al frente, la ventana que permite que sonidos no elegidos se filtren en nuestra conciencia. La puerta que está cerrada y si estuviera abierta los gatos no la rasguñarían.

 
felizfeliz 4.jpg
 

Ya no estar acá, que mi personalidad no sea la de facebook, que mi mente no se comporte como si viviéramos ahí, que no crea que me corresponde comentar ni picha de la construcción sociopsicológica que hace alguien. Suave, que no crea que me corresponde comentar ni picha de la construcción sociopática que estamos haciendo como colectivo. En el presente no hay locos, nos vemos por ahí.

 

Cuando pararon de coger ya era de día. Yo sudé dormir, mis oídos me remitían a un presente en el que me desprendí de personas que me querían, personas que me querían coger en buen ride, en buenísimo ride. Todo para qué? Si respondo ahora, tipo cadena nacional, diría que para habitar un presente lleno de gente que dejó de estar en cualquier otro tiempo. Al suave y en serio.

 
felizfeliz-05.jpg
 

Con eso último es que el amor solo puede estar en el presente. Como cuando Amy me reveló el nombre que le hubiera gustado tener si no se hubiera llamado así. Un nombre secreto, que ahora probablemente solo sea un secreto conmigo mismo. O Wish, que me hizo entender todo esto. El sueño en que vivimos.

 

 

Donde las sirenas pastan
por Juanjo Muñoz Knudsen

 

Ok, disclaimer, en el 2017 fui a Envision por primera vez y no me bañé por 3 días seguidos, también tuve visiones sobre el principio de la humanidad, el despertar de nuestra conciencia, la verdadera justificación de la triada temporal, el camino que me separa de la gente, el amor que sentí por tantos por mucho tiempo y que ahora no tengo, se ha ido. A mis casi 27, cuento con un acumulado de 5 años y 90 días como vegetariano (los 90 días son de este año en que volví a serlo), también tengo dos títulos de la UCR, uno o dos corazones rotos que el primer día de este año volvió a llevar a cero.  Y de lo que no tengo, podría decir, ahora quiero contar cómo pasó todo eso. Hablaré sobre la primera noche y la última y lo que se coló en el medio y que, ahora de vuelta en Babylon, agradezco por todavía tener conmigo.

 

La primera noche de la humanidad

 

Hace incontables años, en el primer día de la historia, ocurrió la primera noche. Los elementos eran los mismos de ahora, agua que cae de arriba o que viene de abajo, fuego que encontramos afuera, fuego que encontramos adentro, aire que no se acaba, tierra que parece ser lo que somos.

 

Si nos viéramos entonces, en aquel día donde la historia empezó, los árboles parecerían tocarnos constantemente, invitados fijos en cada habitación, cada cielo. Como si fuéramos nosotros más bien los bienvenidos.

 

El agua mantenía su forma, tenía ya un baile inventado para esa primer noche, la más importante. Hay otras cosas que no sé o que no sé cómo responder. ¿Cómo hacía el sol para nunca quemar entonces? ¿De qué manera las nubes antes representaban solidez? ¿De qué forma se organizaron todas las primeras tribus humanas para conocerse e intercambiar lo que habían aprendido de su naturaleza para forjar lo que hoy entendemos como humanidad?

 

La humanidad se puede definir como el conjunto de seres humanos que habita el planeta. Pero la humanidad necesita reconocerse entre sí para crearse. Es un tanto paradójico, solo es prueba de que existimos el ver a alguien igual a nosotros que sea diferente. Osea, no sé, no es tan importante esto, solo quiero decir que la primera noche de la humanidad sucedió esa vez que las primeras tribus del planeta se acercaron entre sí y establecieron los lazos que nos permitirían domar el resto del planeta y luego más.

 

Entonces viajando en ácido, rajado viajando, viendo estrellas pasarme a la par y no sé quién va más rápido, si ellas o yo, dejo toda esa oscuridad para meterme en una mayor, la primera del humano.

 

Pasado – presente – futuro

 

Esta triada conceptual es lo que me permitió viajar al inicio. La nostalgia nos tiene anclados a esto, a un lugar donde perdimos o dejamos botado algo. Por eso nuestra obsesión con el pasado, así que utilizando la potencia de nuestra cabeza podemos intentar ir a ese lugar donde quizás dejamos perdido eso que buscamos. Así que viajemos al inicio, al primer inicio de la humanidad, donde quizá dejamos perdido algo que luego codificamos como “pasado” y ahora es nuestra responsaposibilidad de recuperarlo.

 

Yo creo (o aprendí en Envision) que la conciencia se despertó al tener una serie de animales relativamente evolucionados (nosotros) y mantenerlos a un nivel de sincronización mental con la naturaleza y entre sí que hemos perdido progresivamente (y así el conocimiento de que una vez lo hubo). Ese nivel de comunión permitió dar el paso de reconocimiento de una colectividad que se comunica las ideas que desarrolla y lo que aprende.

 

Si el ácido hablara estaría de acuerdo. Acá Wikipedia (que es parecido porque lo sabe casi todo [nada más cambien la palabra “poseen” por “desarrollaron”]):

 

“Los seres humanos poseen capacidades mentales que les permiten inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas, lógicas, matemáticas, escritura, música, ciencia, y tecnología. Los humanos son animales sociales, capaces de concebir, transmitir y aprender conceptos totalmente abstractos.”

 

Entonces si esa trama de que tenemos perdido algo en el pasado y por eso estamos tan obsesionados con él es porque queremos recuperar esa conexión solidaria entre nosotros y esa sensación de bienestar solo obtenible desde un balance con nuestro medio que fue lo que nos ha permitido llegar tan lejos como lo hemos hecho, crear la belleza que hemos creado, así que, si es así, di yo me apunto.

 

En Envision uno se da cuenta que todo mundo es bueno, que ahí hay unas ganas de sentirse cómodos con quienes somos y en hacer sentir cómodos a los demás que prueba eso. Y no es solo que todos esos desconocidos salgan de su camino para hacerlo sentir a uno apreciado, sino que uno siente en su propia piel cómo los impulsos más negativos, tóxicos que cargamos, se apagan mágicamente y nosotros mismos vemos con un gran agradecimiento a cada uno por haber llevado ese camino que lo trajo hasta ese sitio frente a nuestros ojos, para enseñarnos lo que hemos ido aprendiendo y ver una vez más esa grandiosa paz que los humanos estamos para generarnos en la medida que podamos y no, lo, opuesto, por favor no.

 

Mis ideas sobre el tiempo se desarrollan un toque más y abarcan qué se sentía aquel presente sin pasado, sin cargas de traumas que tememos revivir o ese terreno que no recordamos y esa idea de hogar al que volver que ya no perseguimos. También pienso en el futuro y qué habrán pensado de él entonces, si veían las estrellas y comprendían que ahí es donde el último viaje nos llevará. Pero creo que no es este el espacio para hablar de todo todo todo. Hay tiempo para otro momento.

 

Yo iba con mi abuelo al río

 

Como un mono mental me esfuerzo en contarles algo más. Al segundo día de Envision me textearon que se había muerto mi abuelo. Ese que siempre representó el pasado. A edades muy pequeñas, él parecía haber estado desde el inicio del tiempo. Frente a un gran árbol en medio de la aldea, con vasijas de arcilla y una escultura tallada en piedra honré su muerte y pensé en aquellos ancianos de la primera noche, esos que en serio estuvieron antes de la historia.

 

Mi abuelo me enseñó lo que era importante para él desde el día uno. El naipe, el guaro, el tiempo libre. Yo les enseño lo más importante que aprendí de él: un fuego apagado todavía es algo.

 

Donde las sirenas pastan

 

Pero no todo es bueno, también hay mujeres desnudas que intentan meterlo a uno al agua para comerle los ojos. Sirenas.

 

Por momentos se siente la energía de una fiesta fea, masculinidad tóxica le dicen mis amigas. Herencia de violación bajo el guaro o las drogas. Todo eso ha sido parte de nuestra cultura, intoxicación con el guaro, intoxicación con drogas. Relaciones pobres con elementos rituales y ancestralmente utilizados como exaltadores del espíritu. Recuperar un sentido de lo sagrado entre nosotros y lo que aumenta nuestro espíritu y agita los sentidos es vital para generar una mejor cultura. Una cultura que a veces tomará de lo que ya sabemos desde hace mucho y a veces solo se enfocará en el conocimiento nuevo, científico, ese ángulo recto de nuestra mente.

 

Pero por encima de todo eso está lo bueno, los y las artistas, los y las sabias, las y los voluntarios, las y los organizadoras, las personas que dijeron que iban a salir de su rutina para repetirle a los que necesiten oír esa canción, la primera canción que fue lo que nos unió y nos permitió entendernos durante la primera noche de la humanidad.

 

Personalmente, le agradezco a Amber Ryan, a Maf e Tula, a Wish, a Ancla, a la señora que hacía pintos baratos afuera de Envision, a quienes oyeron y guiaron a mis amigos. A mí, a vos, a los que quieran ir a experimentar lo que sea que haga que alguien diga que empezó un camino hace muchos meses sin saberlo y que culminó en Envision o no necesariamente en Envision, pero sí en la gente que está recorriendo todo el mundo yendo a todos los festivales a repetirle a quienes no la conozcan, cual fue esa gran historia de la noche en que la humanidad nació.

 

Creo que todo esto es lo que recupero por ahora de Envision, si tengo más que decir lo susurraré. Como los secretos que comparto con las oculistas.