Amor de gordas

Ensayo personal.
Por Ana María Murillo Varela
Ilustración por Jade Grosmaire

jadis.jpg

Tengo 28 años y de esos, solo un año de disfrutar, verdaderamente, mi vida sexual; lo logré hasta que descubrí el amor de gordas. Para mí, este tipo de amor fue poder comprender, al acariciar otro cuerpo como el mío, al besar otras piernas como las mías y al sentir sentir su peso encima de mi cuerpo, que las gordas también podemos ser deseadas, disfrutadas y sí, amadas.

El amor de gordas es romper con todas esas barreras, que inclusive una como mujer obesa, tiene en contra de otros cuerpos que se ven como el propio. Es disfrutar sin inhibirse, es encontrar la liberación. Para mí fue comprender que merezco tener una vida sexual placentera y un amor sin culpa, porque soy merecedora de esto maravilloso que les he descrito.

Quizá parte de haberme cohibido antes, se debe a que desde que estoy en el colegio veía cómo series grigas, como The L Word, nos mostraban solo un solo tipo de mujer lesbiana y yo, con mis 90 kilos, no calzaba en él.

De cierta forma, creo que es entendible que no me sintiera parte del “estereotipo de lesbiana”, si cada vez que van a representarnos, a nosotres, les homosexuales, usan a la pareja de gais musculosos y delgados y a dos lesbianas salidas de Pinterest… Nunca van a mostrar a dos gordas, creo que les da miedo que desentonemos en su fantasía de homogeneidad.

Y creo que esa falta de representación fue la que me llevó a poder disfrutar hasta mis 27 años, el amor y sexo de gordas, quizas debemos recordarnos aquella frase que dice, “lo que no se nombra no existe”, pero este nombrar también pasa por visualizar y visibilizar, quizas es tiempo de cuestionar porqué nada más se representa una forma de amar, cuando a cuerpos nos referimos.

Una tarde de aburrimiento dominguero, en la que la gran mayoría estábamos encerradas en nuestras casas por el miedo tan profundo al COVID, decidí descargar Tinder, como antes lo había hecho, muchas veces y fallidamente. Hasta que apareció ella.

Y ella, particularmente, es importante en esta historia, porque al igual que yo, es una mujer queer gorda. En ese momento fue que me di cuenta que yo, siendo obesa, nunca antes había salido con una chica de mi misma contextura. Escribirlo y reconocerlo me da vergüenza, ¿por qué hasta ese momento tuve un romance súper fugaz con otro cuerpo como el mío?

Ella me escribió primero, y a las dos horas de mensajearnos, empezamos a hablar de sexo. Y ahí estaba yo, que siempre he sido tímida, conversando sin pena con ella sobre eso, porque como nunca me había pasado, ella me daba confianza y me tenía hipnotizada.

Dos horas más tarde después, ella me propuso viajar hasta Guanacaste para que nos conociéramos. Yo estaba contando los días para poder verla y abrazarla, pero sobre todo, para que todas las cosas que ella me decía por videollamada, se hicieran realidad en ese hotel con vista al lago Arenal. Quizá lo que me arrepiento fue que nuestro primer beso fue apresurado y siento que esta historia tan linda que ella me dejó, merecía un mejor inicio.

Creo que gracias a nuestros besos, las horas que pasamos en la cama, las risas y almuerzos, además de las caricias, fui consciente que yo, mujer gorda, puedo y merezco ser amada y deseada.

No digo que no haya sentido amor por parte de mis ex parejas, pero creo que fue hasta verme reflejada en su mirada y tenerla sobre mí, que pude disfrutar. No porque si ella me veía desnuda no me iba a juzgar por ser gorda al igual que yo, si no porque recorrí su cuerpo, besé sus piernas gordas como las mías y sentí sus brazos gordos, idénticos a los míos, y ahí disfrutando su cuerpo, agradecí los orgasmos sin pena que por fin pude conocer.

Y en ese momento de romance lésbico pasajero, fue que me di cuenta del paraíso que me estaba negando. Sinceramente no sé si tardé tanto en salir con otra mujer como yo, de forma consciente o por gordofobia interiorizada. Aunque no tengo la respuesta hoy, tengo la claridad de que es gracias al amor de gordas, que el disfrute sexual ya no es un lujo para mí y mi cuerpo, es mi realidad y mi vivencia, ya sea sola o compartida.

¿Cuándo fue la última vez que usted vio a una mujer gorda recibir amor y disfrutando de su vida sexual, en la gran pantalla o en una serie popular? Pero un amor verdadero que hasta incluye el propio, no de esas típicas películas que ponen a la gorda a siempre sentirse mal porque cree que no merece el afecto de otro hombre o mujer, porque por su cuerpo, no es deseada ni querida. Yo espero que nos muestren como personas merecedoras de amor y sí, de buen sexo.